Esta frase nos invita a meditar sobre la incidencia que tiene nuestra actitud y nuestras acciones ante las situaciones cotidianas en nuestras relaciones interpersonales y los sucesos que se nos presentan diariamente. Siempre estaremos en situaciones en las que ya sean las opiniones sobre temas particulares, nuestras actuaciones, sobre cómo vivimos, puedan ser motivo de controversia o dichas opiniones no sean de nuestro agrado.
Sin importar el propósito que se busque, nuestra actitud ante ella es lo que hará la diferencia, una cosa es lo que piensa el que lo dice o hace y otra el que lo está recibiendo, son dos acciones independientes y con certeza si concentramos nuestras reacciones y actitud en lo que deseemos para nosotros hará la diferencia. Lo que nos hace daño u ofende no es la opinión o acción de otros, el daño proviene de que la tomamos como un hecho personal y hiere nuestros sentimientos y nuestro ser, si esa misma acción o juicio fuera emitido en contra de otra persona desconocida ¿Qué reacción produce en mí? Es totalmente diferente, porque no es contra mí, entonces ¿Qué la hace diferente? Precisamente eso, que no es contra mí, por lo tanto es mí actitud diferente la que hará que la reacción sea distinta.
Nos hemos acostumbrado a defender nuestras posiciones y no vemos lógico aceptar o ceder ante las opiniones o diferencias por que las vemos como signos de debilidad, ceder no es estar de acuerdo, es aceptar que otros tiene el derecho a pensar diferente y que eso no lo podemos cambiar, lo que si podemos cambiar es nuestra actitud, escuchar, dar nuestra opinión si nos parece pertinente y actuar con base en nuestros criterios sin que ello afecte a otros; no necesitamos preguntar a nadie que debe hacerse, si cerramos los ojos nuestra conciencia nos dirá que queremos hacer o decir y ello nos hará crecer y ayudar a otros a hacerlo.
Concentrarnos en nuestras reacciones personales hace que nuestras vidas sean más placenteras y felices, siempre encontraremos acciones u opiniones que no son de nuestro agrado, no podemos cambiar a los demás pero nosotros si podemos hacerlo, trabajar en lo que se es posible es el camino ya cada cual hará lo propio si lo considera conveniente.
Cuando juzgamos, criticamos y nos quejamos de las múltiples situaciones que se nos presentan cotidianamente dejamos que las situaciones externas afecten nuestra vida, que dañe lo más preciado que tenemos, nuestra felicidad, porque ella siempre ha estado con nosotros y con el paso del tiempo a través de nuestras acciones y reacciones la dejamos ir.
Centrar nuestras acciones en crecer espiritual y personalmente a través de los mecanismos que nos parezcan más adecuados según nuestro pensamiento con respeto por el otro siempre en la búsqueda del bien común nos proporciona esa respuesta anhelada en momentos como los actuales donde nos encontramos ante constantes mensajes, cada vez crecemos más y tenemos un mundo mejor, tenemos la sensación de que hay más caos pero lo que hay es más comunicación, creyendo en nuestro crecimiento individual cambiaremos el mundo por el que queremos.
Namasté,
Gabriel Orozco Gutiérrez, Santo Domingo Febrero 4 de 2011