“No fue difícil. Una vez que reconocí que jamás sería completamente bueno ni estaría libre de pecado, algo cambió dentro de mí”
Buda
Hemos pasado nuestra vida aprendiendo de quienes son nuestro ejemplo, es tan poderoso su impacto que es común para todos aceptar que en mucho nos parecemos a nuestros padres en la forma de hablar, la manera de caminar y definitivamente en nuestra manera de pensar y de vivir, esto como para encontrar un caso, pero además son nuestros ejemplos los amigos, nuestros familiares, maestros y profesores, compañeros, todos de una u otra manera dejan en nuestra vida un sinnúmero de efectos que aunado a nuestras ideas, convicciones y principios dan como resultado lo que hoy somos. En lo personal sé que mi madre y mi padre están todos los días en mis vivencias personales, incluso con el pasar del tiempo pareciera que tengo cada vez más de ellos, están allí siempre conmigo, los recuerdos de toda mi vida son el legado vivo de lo que son y representan el ejemplo de mucho de lo que hago y pienso.
Con el paso de los años, el medio y la interacción que desarrollamos con los demás nos proveen de constantes eventos que poco a poco les damos valor, los calificamos y los definimos dentro de un grupo u otro, los tonos de los conceptos se tornan blancos o negros, los grises parecieran ser de poca utilidad y al hacerlo vamos perdiendo nuestra capacidad de perdón y para ello no importa en qué extremo nos encontremos el resultado final es el mismo, nuestra vida se ha orientado a definir la vida de los demás bajo la perspectiva de nuestro punto de vista y como tal podremos encontrar si son sujeto de cualquier tipo de excepción.
Cuando perdonamos estamos aplicando la premisa que quien es perdonado de una u otra forma ha hecho, pensado o soñado de una manera diferente a nosotros, al establecimiento o a las normas sociales comúnmente aceptadas. Si utilizamos un ejemplo como el de la alimentación, podremos decir que en Asia por ejemplo es socialmente aceptado comer ratas y gatos y además según su preparación son incluso platos gourmet, pero en Occidente difícilmente podrá ser aceptado, incluso si se presentasen lugares que los prepararan con certeza serían sellados y señalados. ¿Qué hace entonces la diferencia? ¿Quién tiene la razón o la verdad? La capacidad de perdonar está asociada a nuestra capacidad de aceptar la verdad del otro, cuando nos permitimos ver con los ojos del perdonado los hechos, acciones, pensamientos e ideas que no nos son símiles estamos perdonando, porque allí comenzamos a establecer que en cualquier momento, lugar y circunstancia yo podré ser el centro de valoración y pasaré de perdonador a perdonado.
Perdonando estamos en la disposición de aceptar al otro tal como es, sin excepción, hasta el hecho más extremo podrá ser considerado y aceptado, cuando estamos perdonando garantizamos una vida llena de Amor, respeto y felicidad.
Namasté,
Gabriel Orozco Gutierrez, Santo Domingo 26 de abril de 2011